Hace unos días lo vi pasar, saltando borracho con un casquete ruso y un abrigo de piel. Aún tenía los ojos vacíos, como si ya no le quedaran lágrimas para brotar en este mundo y de tanto soportar se le habían perforado dos huecos en el rostro, me pidió un cigarro al cruzar por mi banca. Y mientras se lo prendía le dije emocionado y algo confundido “maestro, por qué se fue así”, él se quedó en silencio mirándome encogiendo los ojos desconfiados, desviándose hacia un lado por el vodka, pero saltando en la ruta como antes, avanzando, ahora botando humo por la nariz y refunfuñando al cielo por no brotar más alcohol. Intenté perseguirlo por un momento, pero recordé que el maestro ya se había tirado el balazo hace varios años atrás, y aún no le perdonaba a la vida todos los desplantes que le hizo de joven enamorado. Ahí fue donde vi, que desde el horizonte se veía un ascensor al cielo aún abierto, donde un arcángel esperaba que ingrese el alma del maestro, sólo que él, desconfiado y ebrio, prefería dar vueltas alrededor.
martes, 27 de julio de 2010
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
Aún no le perdonas a la vida todos los desplantes que te hizo de joven enamorado?
ResponderEliminaryo...no!
yo tampoco !
ResponderEliminarjajajajajajajajajaja aii los dos son un caso chicos!
ResponderEliminar