En la mañana, mientras Rodolfo tomaba su café con tostadas francesas que le había preparado su amada, cogió el control remoto y marcó un número al azar; “el clima en Asturias muestra un friaje nunca antes visto en la historia con lluvias torrenciales, las ondas electromagnéticas que chocan con los edificios están creando pequeños torbellinos que están rondando por las zonas más transitadas de la ciudad, y ya se han confirmado la muerte de por lo menos doce asturianos por neumonía, blablablá” su amada, atenta, salta por encima de la mesa y patea el televisor hasta apagarlo, justo en el momento donde Rodolfo comenzaba a temblar por mirar a través de la ventana. Ella lo tranquiliza repitiéndole canciones al oído, pidiéndole que cierre los ojos y que la estruje contra su pecho. Lo hace, y las respiraciones se empiezan unificar lentamente. Afuera no paran de sonar estruendos terroríficos, gritos de gente, saqueos, asesinatos, como lluvia que cae sobre la cabeza de todos, lluvia de fuego, de ácido, de lagrimas blablablá, pero en la sala de ese edificio asturiano, las dos personas que vivían ahí, tenían un paraguas especial para el apocalipsis que se avecinaba. Un amor cálido que no aparecía en las noticias, pero se percibía al cerrar los ojos.
sábado, 31 de julio de 2010
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ResponderEliminarbuena asturiano!
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ResponderEliminarBuen cierre mi estimado.
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