"el día siguiente de la muerte de mefistofeles el pueblo de asturias se percató de su desamparado futuro y su impresindible presente"



sábado, 27 de noviembre de 2010

La procesión de Caín


Desde mi ventana se acerca

El cielo escarchado que fluye desde el atalaya

Con un hormigueo atroz que se desliza mojado

–La procesión de Caín–

No me digas que no lo vez


Las crestas se prenden en la oscuridad

Y hasta los corazones más militares laten

Se crea una fauna de sellos divinos

Residuos de militantes, empresarios, prostitutas

Se rezagan por la bocacalle estelar


Sacuden las vigas de mi balcón

Hacen añicos los vidrios frontales

Caín los recibe agitando los brazos en lejanía

Mostrando la cresta fosforescente y excitada

Con su porte de personaje bíblico


Fuimos invitados todos, sabiendo

Los tambores y las luces son sierpes

Mi madre no se cuidó de ellas en el Edén

De pronto, el cielo ya no es amor

Todo es sensualmente rojo aquí desde entonces.

jueves, 18 de noviembre de 2010

Aunque


Vamos

Y no le demos al final,

Tanta importancia

Al otro lado del hemisferio

Abdul piensa estos versos

En este preciso instante

Y muere.


La alcabala en esos lugares

Suele rebotar

Hacia los menos indicados

Dice mientras cae.


Aunque


A la descendencia del pequeño Abdul

No se le cobrará tributo al nacer,

Alego desde mi hemisferio,

Luego de sustraer su alma

Alguien solloza escondido


Un cenicero se enciende

Dos mil quinientos kilos de ceniza

Vuelan

Sobre

Mi nariz

Se quiebra una voz desde el fondo

– Alguien solloza escondido–

Gime

Ahorcado

Por amor

La nicotina se sumerge

En pequeñas nubes moradas

Tiempos

Austeros

De arcoíris juvenil

Mientras, luces tenues de nostalgia

Sobrevuelan

Mi cuerpo borrachoo.

miércoles, 10 de noviembre de 2010

La joyita

para Andrea, la joyita que sí llegué a conocer

El roce de la loza con las descolgadas llantas de la joyita en la avenida nuevaventura formaba chispas multicolores, que con la carrera a todo dar del mítico carro se iban dejando sin cuidado en cada paradero. El día estaba hermoso para salir de la casa y presenciar el acontecimiento que era sacar a la joyita a un par de carreras por la ciudad. Tenía que lucirse, nadie sabría hasta cuando estaría este veterano del transporte interurbano; además se había rumoreado que en el terminal querían librarse de ese carro, que no valía la pena mantener una carcocha así, qué la empresa no puede tener gastos innecesarios, que ahora los carros vienen con bla bla bla, ¡apuesto mi salario de dos meses, que ninguno de esos autos nuevos sacan chispas, ni corren como la joyita! Por suerte, solo lo pensé. Seguramente si mi jefe me hubiese escuchado no hubiese dudado en recoger el premio de la apuesta, decomisar mi herramienta de trabajo por un tiempo y reírse a carcajadas con los chicos. Todos en el fondo sabíamos que la joyita, no era el carro de hace 50 años. Todos excepto yo, a veces.

La verdad es que mis vueltas, en comparación con la de los chicos son muy bajas. Ya nadie quiere subirse a esta combi descolorida donde un plástico transparente ha suplantado la luna de la ventana derecha y las bocanadas de humo del tubo de escape (también descoloridas, ni siquiera ploma) escalan por los huecos que tiene la lamina ya nombrada. Pero hoy, la cosa es diferente, el día esta hermoso y he invitado a mi hija en la aventura de acompañarme en un día de trabajo con la joyita. La niña tiene siete años y tiene las agallas de Tom Sawyer, me acaricia el bigote y me pregunta: papá, papá, porque las mujeres no tienen bigote; papá papá, porque se le cae el pelo a los adultos; papá, papá me compras ese chupetín morado con el tatuaje de las chicas súper poderosas. Aprovecho que el carro se detiene en un semáforo rojo y le pido a Román, el cobrador, que compre el chupetín morado con el tatuaje de las chicas súper poderosas. –Recuerda que es edición limitada Román- le grita mientras él emprende el pique hacia el quiosquito. Regresa triunfante, el semáforo da el color verde. Andrea, mi niña, desenvuelve el paquete emocionada, lo saborea, me sonríe y empieza de nuevo: papá, papá quién invento la edición ilimitada.

Una combi de la misma ruta presencia la escena por unas cuadras, y aprovecha para burlarse de nosotros (la joyita y sus tripulantes)- qué sorprendente, amiguito, tu carcochita aún se puede parar sola-. Yo lo ignoro intentando apretar un poco el acelerador.- ¿estás intentando acelerar amiguito? porque parece que estuviesen empujando un carro malogrado-… Todos los del terminal sabíamos que la joyita es muy antigua y que por ende sufre de fallas mecánicas constantes, el mito dice que vino a la terminal en la época de la guerra de Vietnam, era un carro poderosísimo que fue fundamental para la empresa de transporte, avanzaba rapidísimo y era moderno, era una figura en toda la ciudad. En esas épocas nadie se atrevería a burlarse de ella… Ellos siguen riéndose de sus estupideces, yo respiro hondo y mi niña me mira, repleta hasta el ombligo de basurita de golosinas. Un hombre tiene que solucionar los líos como mujer cuando su hija lo está mirando, pienso y me esfuerzo en seguir avanzando mirando solo la ruta hacia el frente. No duro más de media cuadra, no soy mujer.

Ojeo por el espejo retrovisor los asientos del bus, está casi vacío. Luego miro a Andrea saboreando su quinto chupetín, y le pregunto. Quieres ver algo divertido. Ella suspira emocionada, frunce el ceño, con su mano izquierda aprieta su cinturón y con la derecha hace el ademán de saludar a un general del ejército y dice: por su puesto, mi capitán. Román la escucha, sigue el juego y me grita más fuerte, enséñele a esos, capitán. El día está hermoso para hacer tragar sus palabras a una combi de mocosos estúpidos, la avenida nuevaventura presenciaría el poderío del mítico bus, algo devaluado para muchos… ¡Apostaría mi futura pensión de jubilado que todos terminarían tragándose sus palabras! Claro, si estuviese mi jefe ahí para contravenirme con una apuesta jugosa.

Cuando los dos autobuses estamos al ras de la vereda emparejados, miro fijamente la cara de los mocosos estúpidos.

- Oigan nenitos, juegan a las carreritas. ¿O se mean?- provoco, mientras Andrea grita “uhuhuhuh” desde su asiento de copiloto mientras se para y les saca la lengua.

-Perdona viejo, pero tu carro solo puede avanzar empujado, por si no te has percatado.

- Uyuyuy me parece o están buscando escusas. La joyita destroza a cualquiera que se interponga. Es el rey del camino- digo con algo de orgullo y sensatez. ¡Meones! grita Andrea (está más exaltada por el rechazo que yo).

-No digas que no te lo advertimos viejito- el bus enemigo se prepara para acelerar en la última recta de la avenida nuevaventura.

La única pasajera que teníamos, se abalanzó sobre Román para quejarse, pidiendo que le devuelvan el sol que pagó. Él no dudo en devolverse, tener a mujer gritona en la parte trasera del carro desconcentrando lo que podría ser una de las últimas batallas de la mítica joyita, era un acontecimiento que nadie más que los tres personajes que ahora están en el susodicho carro podrían entender y apreciar. La mujer salió corriendo y se cerró la puerta con seguro.

Acto seguido, la joyita empezó a correr a todo dar; el bus enemigo sorprendido y algo lento lo correteo por el carril izquierdo tocando su claxon. Román, sacaba la mitad de su cuerpo para insultarlos, esos 4 segundos de viveza hacía que les llevemos una ventaja considerable, estábamos ganando. Yo inclino todo el peso de mi cuerpo contra el acelerador, mi bigote se sondea con el aire que corre por la ventana abierta. Escucho a lo lejos un estribillo que comienza con un “papá, papá” mis ojos solo pueden ver la ruta, la última recta. Ya ni siquiera veo por el retrovisor el bus de los mocosos estúpidos. ¿Los perdimos Román?, Sí mi capitán han comido el polvo. Las chispas que sacaba en la pista en verdad era un espectáculo para nosotros. Poco a poco enderezo mi espalda, y el viento ya no golpea tan fuerte mi bigote, disminuyo la velocidad ¿en verdad les ganamos? Los hicimos trocitos capitán me repite Román emocionado. De repente, ya menos exaltado y emocionado, pero aun algo incrédulo, mi niña me jala la manga de la camisa con el rostro como si hubiese hecho alg

o malo y termina su estribillo de “papá, papá” señalando una camioneta de la policía con su sirena paralizante que al parecer está intentando alcanzar a la joyita para estacionarlo y con eso, acabar el final heroico de un veterano del transporte interurbano.

domingo, 7 de noviembre de 2010

Sueño

Alicia se recuesta en el sofá. Busca un refugio al trajín diario de vivir en la ciudad capitalina. Se rasca la nariz, se frota las yemas y cierra los ojos. Ahí, sueña que acomoda su almohada. Que cierra la boca para dejar de roncar, pero no puede, ya está dormida. De pronto, un hilo transparente empieza a descoserse de su dentadura, por donde se filtra ligera una nueva Alicia desde su boca abierta. Un nuevo personaje humeante y pálido se sobrepone por encima del sofá. Se eleva pausada traspasando el techo de la casa, alejándose progresivamente sin que medie ningún control alguno de sí misma. Flota por el cielo. Flota por el continente. Flota por toda la galaxia. Los astros transitan secuencialmente a la altura de sus manos como en un banquete infinito de planetas, meteoros y satélites. Ella franquea por constelaciones que nunca nadie se había imaginado, viendo todo el universo a una progresión minimalista, como si frente a su nariz, un carnaval de escarcha, visto desde el cielo, se sobrepusiese al vacío ancho y azabache. Hasta que se recrea un silencio salvaje que detiene la marcha de golpe. Alicia deja de alejarse. Entonces, una sensación de desconformismo curioso la invade, y piensa “¿Dios habrá estado aquí alguna vez? No hay nada más”. Nadie la refuta en la frívola bastedad del universo ficcional que tiene enfrente, ahora, estático como una maqueta o una hoja de libro infantil a relieve. Para reforzar su conjetura, y sin ningún criterio especial de delimitación, decide estirar sus manos hacia las dos esquinas izquierdas del universo. Cepilla sus yemas, y con un movimiento agresivo dobla el encuadre hasta crear un cuadernillo plano, el cual tiene la cara frontal totalmente blanca (como la parte inferior del universo) y el resto de hojas con un fondo estrellado oscuro. “ves que soy por lo menos Dios” se ríe Alicia para sí misma. Pareciese que se lo está diciendo al universo vuelto papel (o en todo caso a los habitantes del universo). Es sólo un papel sencillo y corto, con millones de paisajes estelares casi imperceptibles, víctima de la vanidad infantil del personaje. Ahora, por ejemplo, ha cogido un lapicero negro, y en la caratula que se acaba de crear como contratapa empieza a garabatear líneas. Escribir un cuento. Una historia de ficción a la inversa del universo. Traza cada letra con mucha seguridad, olvidando que en algún momento el bullicio de su madre al bañarse, un timbre incesante, o los mismos rayos de alborada que se filtran por la ventana hasta el sofá, descuartizarán cada línea escrita.

Empanadamágica

Una Elamnta con el alma enmohecida por el exgothismo y las esteriotepas pegadas al esternón, está encizañada en no dejar comer empanadas en hora de tramasjo a mis sirvientas. Ellas son asturianas de nacimiento, igual que yo (a diferencia de ella), y nos comportamos muy bien, además que su tramasio es cien por ciento perlijo (a diferencia también). Pero la Elamnta no aprecia la felicidad ajena. Es más, la envidia.

Yo era el dueño de todo este ercuadrado predial. Estifaba empanadas con toda mi familia, que al olerlas escurrían la lengua extasiados. Hasta las sirvientas expallaban por los pasillos eclanando, agitando los brazos “en Asturias se estifan las mejores empanadas. Asturias. Asturias. Asturias. El reino de la empanada expulenta” cual cántico guerrillero. Se embutían millones de kilos de empanadas de distintas especias todos los días y a cualquier hora; al esagujar las botas cobrizas para caminar, luego del exso diligente con la Elamnta, alcaer estruputosariamente ebrio por las escalonatas. Las empanadas llovían radiantes entre todas las personas que vivían conmigo.

Ahora en cambio, la Elamnta ha silenciado los cánticos guerrilleros y el olor eclasional de la remolacha con cebolla recién sacada del horno. Pero mis familiares y empleadas, muy hambrientos (llegando al punto de atripadez) me aconsejan preparar a escondidas por la noche estronesísimas empanadas, toda una legión romana emvestidas de lanzas, escudos y espadas que canten a todo pulmón por la abertura donde se riega el limón (esa que se abre cuando quieren hablar) “en Asturias se come a la Elamnta. Asturias. Asturias. Asturias. El reino de la armonía invencible

Luego, acudir en marcha a su dormitorio de noche y abrir la funda de su almohadón para insertar a los guerrilleros con sigilo, como encasillando todo su coruplecia en una maza abierta que prepara comerla, y por más que grite o llore o faniqueé, se selle furóz, mientras duerme, a través de los años una delgada línea de harina que la rezaga al olvido, a manera de lámpara mágica, o mejor aún, una empanadamágica con una gran porción de remolacha escaculenta, pero perfectamente cerrada.