Dentro de la multitud aturdida logra estirar su mano el comediante, saludando erguido, pusilánime, atento, regalando globos de colores a los niños que los sueltan para ovacionarlo excitadamente, pero él espera el momento preciso para empezar su espectáculo. Las madres leen el periódico, los viejos toman el lonche y la policía juega al póker. Daría la impresión de que nada pasaría esa tarde de jueves en el parque principal de Asturias. Hasta que los globos de colores se empiezan a derretir arriba, arriba, en la estratosfera, y suena el plof desde la esquina de mi casa. Toda la multitud aturdida se detiene para ver el cielo multicolor que se ha creado por un reflejo extraño del contraste del atardecer asturiano y los globos derretidos que se elevaban al cielo. Yo, cojo mis lentes de leer del escritorio y salgo rápidamente de la casa a ver el espectáculo con mis hijos; el comediante estará en la entrada del parque, seguramente, rotando su mismo sombrero viejo que usa desde el verano pasado, rogando que aún haya dinero para seguir comprando globos, algo preocupado; pero feliz.
lunes, 30 de agosto de 2010
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plof... el domingo monótono se vuelve feliz
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